Si algo ocupa espacio en mi mente es saber si este mundo de hoy, inundado en información, variedad, cada vez más desechable ha olvidado la capacidad de amar. Amar a filosofar, no solo ser sofistas, pues las marcas ya se han apoderado de la identidad de las personas, al punto que todos quieren ser influencers “venderte algo”, o iluminarte con sus grandiosas experiencias, aparentemente siempre nuevas y nobles. Pero en realidad es el infierno de lo igual.
Todo es pornográfico, es un mundo del consumo y el disfrute, donde nada te puede heir, conmocionar, o asustar porque huirías de él. El nuevo aforismo es: lo que no te mata te hace más débil, contrario a la famosa frase de Nietzsche “lo que no te mata te hace mas fuerte”. Esto nos convierte en personas sin carácter, porque el consumidor ideal es alguien sin carácter. Estamos demasiado muertos para vivir y demasiado vivos para morir. Somos fantasmas como bien lo diria Byung Chul-han.
Escribir de cierta forma, es como tratar con fantasmas. Kafka en una carta a Milena decía que toda su infelicidad provenía de las cartas que escribe porque los besos escritos no llegan a su destino. Ahora parece que las conversaciones difíciles y profundas son remplazadas por una lluvia de memes. Esto es eliminar al otro, borrar su rostro, su mirada, su presencia física. Ser un fantasma habitando el infierno de lo igual.
La incapacidad de oponer resistencia a un estímulo es una actitud destructiva para el espíritu, podría considerarse una maxima Estoica, la incapacidad de no reaccionar es ya enfermedad, decadencia, síntoma de agotamiento, es en realidad olvidar la capacidad de amar a cambio de ruido, nadie escucha. Cada individuo se produce así mismo; con sus marcas y slogans. En este infierno de lo igual no hay verdad; hay verdades. Es la real tragedia de Kafka, vivir sin engendrar lo bello, incapaz de quitar el velo y ver el alma con mil ojos.